Saber agradecer

Levántate y vete. Tu fe te ha salvado

Jesús realizó muchas curaciones y se lee en los evangelios que, con frecuencia, los favorecidos se marchaban alabando a Dios y divulgando la noticia, agradecidos.

El texto que se nos ofrece hoy nos refiere que, en una ocasión, fueron diez los leprosos que se vieron curados, mientras iban a que las autoridades los readmitieran en la sociedad, pero uno solo regresó para agradecer. Jesús, al lamentar esta falta de sensibilidad, hizo notar que el agradecido era un “extranjero”. Son frecuentes los episodios en que el Señor lamenta que los más cercanos son los que menos reconocen los beneficios recibidos y, con frecuencia demuestran más bien indiferencia y hasta hostilidad. Casi siempre esto Él lo decía aludiendo al pueblo de Israel, tan favorecido por Dios y tan ingrato. Pero si, a distancia de dos mis años, seguimos leyendo este relato, es porque el reproche de Jesús, hoy se dirige a nosotros. Cuando nos sentimos apremiados por alguna necesidad urgente, nos volvemos piadosos y dirigimos a Dios nuestros ruegos, acompañando a veces las súplicas con promesas que, después, con facilidad olvidamos.

Para muchos cristianos orar significa simplemente pedir. No es que esté mal hacerlo, también el Padre Nuestro, que nos enseño Jesús, consiste en un conjunto de peticiones. Pero no podemos olvidar lo que Jesús también dijo un día: que el Padre ya conoce lo que nos hace falta. Tampoco podemos pasar por alto que el mismo Padre Nuestro, nos invita a pedir que se haga la voluntad de Dios, la que no siempre coincide con la nuestra.

Orar es, sobre todo, agradecer; el agradecimiento es la forma más obvia y más fácil de oración. Exige sencillamente que nos detengamos para hacer memoria de todo lo que hemos recibido, sin merecerlo. Muchas cosas las consideramos como algo que nos es debido, cuando en cambio no es así: es suficiente dar una mirada en alrededor nuestro. Tener salud no es algo obvio, muchas personas carecen de ella. Lo mismo se puede decir del tener una familia, una casa, un trabajo, unos amigo que nos apoyan, el haber podido estudiar y prepararnos … Durante la jornada se presentan mil circunstancias que nos deberían inducir a agradecer, como puede ser una muestra de cariño, el encuentro con una persona agradable, el reconocimiento por un trabajo realizado, el haber podido ayudar a alguien y verlo contento.

Lo que nos amarga es pensar en las cosas que no tenemos mientras que otros, tal vez con menos mérito, las tienen.

Pero, pasar la vida lamentando lo que nos falta, es la peor de la opciones, porque equivale a decir ser infelices. En efecto, nuestros deseos jamás se verán del todo realizados. Celebremos en cambio lo que tenemos y entonemos agradecidos el viejo y hermoso canto de Mercedes Sosa: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”.

P. Juan Bottasso, sdb

octubre 13 de 2013

XXVIII Domingo Ordinario

Luz del Domingo

EVANGELIO Y VIDA

Todos tenemos mucho que agradecer a Dios

• Un trabajo, en una época en que miles de compatriotas nuestros no pueden conseguirlo…
• La alegría de tener todavía con nosotros a nuestros padres o a alguno de ellos…
• Una esposa o un esposo que es una verdadera bendición de Dios…
• Una buena salud o una salud que se ha recuperado…
• El estar participando hoy, este domingo, del Cuerpo y de la Sangre de Cristo…

Quizá no todos podamos agradecer todo lo anterior a Dios, pero todos tenemos mucho que agradecerle.

Soy Católico siempre

Colaboro con el sostenimiento de mi iglesia

5 PANES 2 PECES

Decir GRACIAS no cuesta nada y hace mucho bien. ¿Soy agradecido con Dios, con mis padres, con mi familia, con todas las personas que me ayudan y me sirven? Piensa en los dones y talentos que has recibido gratuitamente. ¿Los compartes y los pones al servicio de los demás? ¿O te los guardas egoístamente.

24 de noviembre 2013: Colecta por el Día de la Iglesia Católica en el Ecuador.

“Lázaro ansiaba saciarse con las sobras de la mesa del rico”.

Las riquezas que han acumulado, ¿de quién serán?

¡El Señor os dé su Paz! La riqueza de la liturgia de la Palabra, al iniciar esta nueva semana nos muestra dos extremos, las fastuosidad y la indigencia; podemos contemplar en la primera lectura, la fastuosidad de que se llevaba hasta caer en una vida disoluta, y contemplamos el otro extremo, en Lázaro la indigencia sumada a la enfermedad. En esta narración bíblica no podemos relegarle un tiempo y un espacio diferente al nuestro; sino que es menester actualizar a las circunstancias de hoy. Notamos que la presencia de Abraham en el Evangelio, es el pensamiento mismo de Dios Padre, que profundiza hasta lo más recóndito y expresa misericordia. El rico representa la suntuosidad y la mirada de las cosas temporales. Lázaro que significa, “Ayudado por Dios”, representa la voz de los necesitados, de los excluidos, de los enfermos y desatendidos, pero con una fe firme. En esta enseñanza evangélica, podemos resaltar lo que Jesús expresa a través de su parábola, la visión errónea del rico que no logra mirar el verdadero sentido del don de Dios, que es la vida y se desentiende de la presencia del buen Señor, en el cotidiano caminar. Se trata del verdadero lado de la vida, descubierto solo por la fe y que el rico no percibe como consecuencia de su ausencia de fe. Tiene que llegar la “muerte”, para reconocer al trascendente y decirle: “Padre ayúdame”. El rico que lo tiene todo, y se encierra en sí mismo, pierde a Dios. El pobre que no tiene nada, tiene fe, gana la vida, y posee en él la presencia de Dios. Él viene hasta nosotros en la persona del pobre, tocando nuestra puerta, para ayudarnos a superar el abismo insuperable, creado por los ricos sin corazón. Lázaro es también Jesús, el Mesías, aquel que no fue aceptado pero cuya muerte cambió radicalmente todas las cosas. Luego el “rico” al estar en la presencia de Abraham, pide misericordia ya no para sí, mas por sus hermanos, se despierta la conciencia de los seres que le rodeaban, y solicita que “alguien os advierta” de las penalidades que se pueden padecer, si no hay un verdadero cambio desde el corazón. Pero la respuesta es categórica, ahí tienen a los “profetas” y si no les prestan atención por más signos que se muestren, no entenderán, si no entran con una mirada de Fe y retirando el velo de las cosas vanas. Estas lecturas bíblicas nos dejan una enseñanza clara y frontal: mirar la presencia de Dios en los demás, dejar actuar a Dios en nuestros caminos partiendo desde la realidad personal y comunitaria.

P. Christian Carrillo

Septiembre 29 de 2013

XXVI Domingo Ordinario

Luz del Domingo

PARA REFLEXIONAR:

¿Cuántas veces Dios nos habla en cosas tan sencillas y no le hemos escuchado y hemos antepuesto nuestras voluntades y deseos? No solo quienes acumulan riquezas serán condenados, el Señor hace un llamado a los que sobreponen el mundo, sus placeres a la verdadera reconciliación que el Buen Dios nos ha traído, a través del preciado sacrificio de su Hijo. Él no convoca hoy, a reconocer su Voluntad escuchando su llamado

EVANGELIO Y VIDA

¡Ay de nosotros!

• Los que no nos preocupamos por el desastre de nuestros hermanos …
• Los que subimos descarada y abusivamente los precios de las cosas y de los servicios …
• Los que somos tan “distraídos”, que no nos damos cuenta del “mendigo” tirado en la calle, del pordiosero recargado en la pared o de los ancianitos que se mueren de hambre, en un cuarto de azotea …
• Los y las que no tenemos la menor consideración, con quienes tienen que asistir a los centros de salud o a las oficinas públicas, siendo que se supone que estamos para servirles …

Por el sacramento del matrimonio, los esposos cristianos representan la unión y el amor entre Cristo y su Iglesia

El sacramento del Bautismo, incorpora a los esposos cristiano, con la fuerza del Sacramento del Matrimonio, por el que representan y participan del misterio de la unidad y del amor fecundo entre Cristo y su Iglesia (cf. Ef 5, 32), se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial y con la acogida y educación de los hijos. En efecto, de esta unión conyugal procede la familia, en la que nacen los nuevos miembros de la sociedad humana. Estos, por la gracia del Espíritu Santo, se convierten en hijos de Dios por el Bautismo, para perpetuar el Pueblo de Dios a través de los siglos (Lumen Gentium: sobre la Iglesia, n. 11)

Orientación salvífica de bienes materiales

“No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Por experiencia, sabemos que todos necesitamos servirnos de los bienes materiales. Jesús invita a usarlos correctamente, de modo que no nos esclavicen, que no se conviertan en obstáculo para la convivencia humana ni para la  ida eterna, sino que sean medios para la solidaridad con los más necesitados y que hagan posible el amor concreto, plasmado en obras.

Consideremos la exhortación que nos hace Jesús en el Evangelio: “con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo”. El dinero y los bienes materiales en sí mismos no son fuentes de santidad ni de salvación. Al contrario, si uno está apegado a ellos o los utiliza para fines egoístas, se convierte en su esclavo. Peor todavía, cae en la idolatría, pues sustituye a Dios por el dinero. Por eso Jesús dice que nadie puede servir a Dios y al dinero. Es preciso elegir y decidirse.

Recordemos que la Palabra de Dios es siempre viva, dinámica y actual. Por eso es Palabra de Vida. Hoy el Señor nos dirige su Palabra para que tengamos vida auténtica y nos encaminemos hacia la plenitud. En efecto, como hemos escuchado en la segunda lectura, Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.

¿Cómo podemos corresponder a la vocación y voluntad salvífica de Dios, que nos ha dado por el Bautismo? Obedeciendo su palabra. En este domingo Dios nos pide que, libres de odios y divisiones, vivamos la solidaridad con los más necesitados; que superemos la tendencia muy común a acaparar bienes materiales y que compartamos con amor y generosidad con los más necesitados, lo que somos y tenemos.

De este modo, seremos fieles al proyecto salvífico de Dios en el uso de los dones y bienes que nos ha confiados. La fidelidad es una expresión de amor. Por eso podemos estar seguros de que Dios es fiel, porque es amor. Por lo mismo, no nos fallará nunca. Podemos, pues, poner en Él nuestra confianza y esperanza. Solo podemos ser fieles a Dios y al prójimo, viviendo y actuando según lo que Dios nos pide, que siempre es para nuestro mayor bien.

Que nosotros no cometamos ningún tipo de injusticia ni nos aprovechemos de los demás para nuestros fines egoístas. Lejos de nosotros las trampas y engaños para enriquecernos más, para adquirir más prestigio, para quedar bien o para quedar mal. En este caso estaríamos cayendo en la esclavitud del dinero y de nuestro ego.

Para que la Palabra que Dios nos ha dirigido se convierta en vida, convienes hacer una revisión de nuestras actitudes y hechos. Podríamos preguntarnos qué relación tenemos con los bienes materiales, cómo los obtenemos, de donde proceden, que destino y orientación les damos. Que el Padre Dios nos conceda la gracia de hacer correcto uso de ellos, como nos manda hoy en su palabra.

+Mons. Luis Sánchez Armijos

Septiembre 22 de 2013

XXV Domingo Ordinario

Luz del Domingo

Los sacerdotes representan a Cristo de manera especial, particularmente en la celebración de la Eucaristía.

Como ministros de las celebraciones sagradas, sobre todo en el sacrificio de la misa, los presbíteros representan de manera especial a Cristo, que se entregó a sí mismo para santificar a los hombres. Por eso están invitados a imitar lo que realizan y, pues celebran el ministerio de la muerte del Señor y han de procurar dar muerte en sus miembros a las pasiones y vicios. En el misterio del sacrificio eucarístico, en el que los sacerdotes realizan su función principal, se lleva a cabo continuamente la obra de nuestra redención (Presbyterorum ordinis: sobre el ministerio y vida de los presbíteros, n. 13).

EVANGELIO Y VIDA

No se puede servir a Dios y al dinero.

Eso decía nuestro Señor Jesucristo.

Pero desde aquellos tiempos, a la fecha, los cristianos hemos “progresado” una barbaridad, y le hemos encontrado varias soluciones al problema que Cristo consideraba insoluble. He aquí algunas soluciones, cómodas, suaves, económicas y refrescantes.

Búsquese algún director espiritual que le diga o que por lo menos usted crea que le dijo – que al prójimo solo hay que darle lo que le sobre a uno;

Repita con frecuencia: A nosotros, ¡bendito sea Dios!, nada nos falta, pero nada nos sobra (poner énfasis especial en lo segundo).

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Dios es misericordioso

 Toda la liturgia de este Domingo se encuentra bajo el signo de la misericordia, que es el amor de Dios para con nosotros. El amor del Padre para con sus hijos. Dios es amor y esto equivale a decir que Dios es misericordioso.

Decir que Dios es misericordia, significa que ha querido instaurar con nosotros una relación de libertad. Él ha decidido donarnos la existencia, haciéndonos partícipes de su vida y nosotros estamos llamados a acoger este don. Lo que ha sucedido es que, con el pecado, el hombre (nosotros), libremente ha decidido (decidimos), rechazar este don, y con ello nos perdemos a nosotros mismos.

El hijo que sale de la casa del Padre nos representa. Nosotros también preferimos alejarnos viviendo “por nuestra propia cuenta”. Es la triste experiencia del pecado. Nosotros también, como este muchacho, cuando nos alejamos de la presencia del Padre no sabemos qué hacer con el don recibido (nuestro se hijos) y terminamos despilfarrándolo.

Sin embargo, el amor hacia el hijo, el amor que brota de la esencia misma de la paternidad sale a nuestro encuentro. Esto es la misericordia. Dios se concentra no en nuestro pecado, sino en nosotros. Para Él nosotros somos siempre “más” que nuestros pecados. Nuestra persona es para Él un bien que no se puede perder. El hijo, aunque se haya ido, jamás deja de ser hijo.

¿Dónde poder hacer esta vertiginosa experiencia de perdón? Es mediante la iglesia que la misericordia de Dios nos alcanza. En ella los brazos abiertos del Padre nos acogen siempre.

En el sacramento de la reconciliación y en el sacramento que ella mismo es como lugar de la fiesta y del perdón.

El año de la Fe ha venido para despertar en nosotros la conciencia de ser amados en las raíces de nuestro propio ser. Amados, es decir: perdonados, infinitamente donados a nosotros mismos.

Siempre nuestro Padre nos está esperando en la puerta de la casa para avivar en nosotros el don de la vida en plenitud de la que nos ha hecho partícipes en el Bautismo.

+Monseñor Válter Maggi

Septiembre 15 de 2013

XXIV Domingo Ordinario

Luz del Domingo

El que no renuncie a sus bienes, no puede ser mi discípulo

El amor, clave de solución personal y social.

Jesús se presenta como el primer amor de la vida humana, aún antes de la propia familia, y aún superior al amor que tiene cada uno a sí mismo. Es decir, el amor se entiende como donación de la propia vida al Padre Dios y a las demás personas. Jesús propone superar toda forma de encerramiento en el propio yo, en mis intereses, en mis ambiciones, en mi afán de privilegios. Él es el modelo totalmente abierto al Padre y a los demás, comenzando por los más pobres y pequeños.

La propuesta de Jesús es de total desprendimiento de lo que somos y tenemos. No significa quedarse en la calle sin nada, sino abrir el corazón y las actitudes hacia una real libertad de corazón: “el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. La vida humana es llenada por esta amplitud de miras, por esta libertad de espíritu.

Sin embargo, muchas veces, “los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles”. Y entonces construimos la vida y la sociedad sobre la ambición de dinero, de títulos, de poder de mando. Y entonces, la vida va fracasando y nos llenamos de desigualdades, de rivalidades, de corrupción. Dañamos el proyecto de Jesús, en la familia, en la educación, en la economía, en la política, hasta en la sociedad, en la naturaleza.

A la luz de la propuesta de Jesús es que se entiende que en la segunda lectura San Pablo, que está preso, pida a Filemón, dueño de un esclavo que se había escapado de su casa, que lo reciba ya no como esclavo, sino como cristiano, como un hermano suyo. ¡Qué el amor supere aún la diferencia social entre el dueño y el esclavo! Este es el desafío que nos plantea el amor en Cristo: que construyamos el Reino de Dios desde ahora, estableciendo relaciones de hermanos, superando diferencias sociales, rompiendo esquemas entre los que valen y los que no valen. Los primeros ciudadanos del Reino de Dios son los más pobres y necesitados, quienes por amor necesitan reconocimiento.

Cristianos (as), revisemos nuestra vida para descubrir si la sociedad nos arrastra por los caminos de la competencia y del gasto egoísta e individual, o si por el contrario, tenemos despierto el sentido comunitario y el compartir fraterno, según el estilo de Jesús.

P. Alberto Henriques, sdb

Septiembre 8 de 2013

XXIII Domingo Ordinario

PARA REFLEXIONAR: 8 de septiembre, conmemoración del nacimiento de la Virgen María: “Pidamos a María que en este día de su cumpleaños nos ilumine para crecer en la dimensión del amor de su Hijo Jesús”

Luz del Domingo